La ciudad fue fundada en 1236 como un puesto de defensa para evitar los asaltos de los Caballeros Teutónicos en el norte del país, sin embargo, no conseguirían frenarlos y la Orden controló el lugar durante todo el siglo XIV. Algunas fuentes afirman que la colocación de las primeras cruces en las inmediaciones de la colina data de este periodo. Pronto se convertiría en una tradición usada como símbolo de desafío ante el invasor. Los años fueron pasando y el Catolicismo Lituano se sirvió del lugar para utilizarlo también como emblema ante la opresión.
Un salto en el tiempo nos lleva hasta finales del siglo XVIII, entonces la República de las Dos Naciones se dividía una vez más. Inicialmente estaba formada por la unión del Reino de Polonia y el Grand Ducado de Lituania,
En su momento de máximo esplendor, sus territorios comprendían casi 1 millón de km cuadrados y en esta extensión vivían más de 11 millones de habitantes. Sin embargo, también conoció momentos de flaqueza, fue entonces cuando el enemigo se echó encima dividiendo sus tierras, hasta tres se pueden contar las veces que se modificaron sus fronteras, y fue en la tercera cuando Rusia se adueñó de Lituania hasta el río Niemen.
Hubo levantamientos armados contra los rusos en 1831 (Revolución de los Cadetes) y en 1863. Los resultados fueron insatisfactorios, pero además de eso, los familiares no encontraron los cuerpos de los fallecidos. Al no poder darles sepultura utilizaron la colina de forma simbólica como un improvisado cementerio. El número de cruces empezaba a crecer, en 1895 había 150 grandes cruces. Tras la Primera Guerra Mundial (los alemanes ocuparon el país durante tres años) la colina se había convertido en un lugar para rezar por las víctimas, la paz y el país, un país que como vemos sufrió las bajadas y subidas de la marea bélica que inundó Europa en el siglo XX.
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