La idea de juntar una orquesta sinfónica con una agrupación de Rock no es nueva. En los últimos años dicha iniciativa ha servido a muchas formaciones que pasaban por momentos de apuro, aportar más material a sus seguidores y al mismo tiempo sacarse algo de dinero fácil. Todo el mundo puede pensar que Wolf Hoffmann, guitarrista ex Accept, está intentando pasar a formar parte de la lista de bandas como Metallica, Scorpions, etc... Pero no, nada de eso, el músico (y ahora fotógrafo) ha encontrado otro camino para demostrar su verdadero amor hacia los movimientos clásicos.
En esta obra lo único que busca es la comprensión por parte de los instrumentos eléctricos hacia unas creaciones que poseen un calado más profundo de lo que mucha gente cree. Wolf pretende recuperar la genialidad de los grandes maestros y pasarla por su virtuosa mano metálica. De esta manera, y tomando prestado un poco de Georges Bizet, Edvard Grieg, Maurice Ravel o Ludwig van Beethoven, Mr. Hoffmann va creando un más que interesante álbum lleno de preciosas referencias a los creadores que les hipnotizaron durante todos sus años de entregado oyente. Y para llevar a buen puerto su proyecto se ha hecho rodear de algunos buenos amigos, ya que entre los colaboradores del instrumentista nos topamos con su compañero en Accept Peter Baltes, al también conocido por los seguidores de los alemanes y de los también adorados Damn Yankees Mike Cartellone, hasta hablar de Al Kooper, productor y teclista que ha tocado con gente como Bob Dylan, The Who o Jimi Hendrix... Así hasta completar una agrupación de siete personas que se van alternando en cada corte.
Una bonita iniciativa que llenará de gozo a los que ponen sus miras sin prejuicios en el amplio horizonte musical y que no se quedan estancados en la rabia metálica. Y es que, quién no ha oído alguna vez aquello de que los opuestos se atraen, pues en este disco pasa lo mismo. La unión es perfecta y así nos acaba brindando un CD que llenará esos espacios vacíos de tu alma. Quién sabe, lo mismo luego te animas y te da por pinchar Carmen de Bizet o The Nutcracker de Tchaikovsky. Ya se sabe, nunca es tarde...
Sergio Guillén