Inmersos en el festival de la apariencia
cada uno vestimos nuestro traje de conveniencia,
en este amplio escenario de piedra cartón papel
todo es ficticio, todo es puro teatro.
Por las caras que no veo en los comediantes
y por los silencios que si escucho en el patio de butacas
empiezo a creer que no soy el único bicho raro,
a muy pocos les agrada el papel que están representando,
tan solo a los que están arriba, subidos en el andamio
que nunca toca el suelo, que vuela por encima de la realidad.
Aprovechan su única cualidad,
la de hacernos creer que son indispensables
para guiar nuestros dubitativos pasos.
Manejan el designio de los personajes
moviendo los hilos que nos gobiernan,
no entienden de sentimientos individuales.
Si les interesa que el trapecista sea payaso
eso no es problema, cortan los hilos del trapecio
y lo dejan caer grotescamente al suelo,
ves ya es un payaso roto en mil pedazos.
Que el villano tiene que ser héroe, bien fácil
para eso está el panfleto que nos sirven cada día
a eso del medio día o a la hora de la cena.
Algunos intentamos cortar los hilos
que nos manejan como títeres sin voluntad
pero la tupida red de titiriteros sin piedad
se cubren las espaldas unos a otros,
mientras que nosotros los muñegotes
seguimos boqueando como peces fuera del agua
por no aunar esfuerzos, por no unir intereses.
Cortar cada uno sus amarras es muy meritorio
pero no conduce a nada, pues por cada una cortada
hay muchas más que te manejan.
De este terrorífico escenario solo se puede escapar
bajando del andamio a los responsables
y derruyéndolo después para evitar la tentación
de que otros acaben por subirse para continuar esa labor.
No quiero que nadie tutele mi libertad,
quiero equivocarme a gusto con mi conciencia,
quiero aprender con mis errores,
quiero interpretar mi papel en esta vida
lo mejor que sepa, lo mejor que pueda...
Мы используем cookie-файлы, чтобы улучшить сервисы для вас. Если ваш возраст менее 13 лет, настроить cookie-файлы должен ваш законный представитель. Больше информации