Los hermanos del Hierro, el anti western
Por: Rafael Aviña
A fines de los años cincuenta, Hollywood exploraba nuevas tendencias y, de a poco, dejaba en el camino géneros tradicionales y populares como el western. Así, la epopeya del viejo oeste y sus leyendas: vaqueros, caballos, rifles y pistolas, ataques indígenas, el Séptimo de Caballería, alguaciles, duelos al atardecer y más, se incrustaban en la naciente televisión como lo muestran: Bonanza, El llanero solitario, Bat Masterson, La ley del revólver y más. En cambio, otras naciones obtenían partido de esa misma mitología como ocurrió en Italia con sus spaguetti westerns y en México, en paralelo y en el ocaso de su época dorada, que apostaba por un cine de caballitos en el que prevalecían los héroes justicieros enmascarados, locaciones paupérrimas, boleros rancheros, ineptas peleas de cantina y descabellados argumentos que rozaban el horror, la comedia y la intimidación en plena provincia mexicana.
El 2 de enero de 1961, iniciaba el rodaje de Los llaneros que en breve modificaría su título por el de Los hermanos del Hierro, producido por Gregorio Walerstein y Películas Rodríguez. Su director, Ismael Rodríguez, y su guionista, el escritor Ricardo Garibay, concebían una historia en la que, a partir de los lineamientos del western tradicional, rastreaban en los orígenes de la violencia; una suerte de vicio que corrompe y devora a una familia norteña, los del Hierro: la madre viuda (Columba Domínguez), que ansía vengarse del asesino (Emilio “El Indio” Fernández) de su marido (Eduardo Noriega), acribillado ante los ojos de sus dos pequeños hijos (Sadi Dupeyrón y Alfredo Morán), que terminan deambulando con la sangre del padre en el rostro y en la camisa, y que crecen educados en el odio y el desquite en un clima de brutalidad machista.
Garibay no escatimó en diálogos secos y lacónicos que reproducían con verosimilitud algunos modismos norteños. A su vez, el cinefotógrafo Rosalío Solano aportó elegantes imágenes como lo muestra la impactante secuencia inicial que abre con el tema musical “Dos palomas al volar”, de Jesús Gaytán, en esta suerte de western sicológico en oposición absoluta al cine de caballitos que prevalecía entonces. No sólo eso, la cinta reunía a figuras como: Pedro Armendáriz, Víctor Manuel Mendoza, Ignacio López Tarso, David Reynoso, José Elías Moreno, David Silva, Pancho Córdova, Amanda del Llano, Noé Murayama y Arturo de Córdova como el narrador. Y con ellos, El Indio, Columba y sus hijos ya adultos, interpretados por: Antonio Aguilar, como el hermano mayor, “Reynaldo del Hierro”, y Julio Alemán, el hermano sicópata y alucinado, “Martín”, que asesina por placer cada vez que escucha el tema de “Dos palomas al volar”, y cuyo apellido remite por igual a la idea de la dureza o del error..
Sin proponérselo, Los hermanos del Hierro resultó una obra maestra cuyo prestigio crecería con el tiempo, más loable aun, ya que se aventuraba por géneros en apariencia menores. Inspirada en un hecho real, se ambienta en una agreste tierra de nadie donde reina la agresividad y la muerte, en la que conviven complejos de Edipo, temores infantiles y un pistolero con instintos asesinos. Tony Aguilar en uno de sus mejores papeles, otorga distintos matices a su personaje: el de un hombre pacífico que se trastoca en criminal perseguido por la justicia, enamorado de la misma mujer que ama su hermano: “Jacinta Cárdenas” (Patricia Conde), con un final que resulta trágico e ineludible. Entre los aciertos del casting final estuvo apostar por la debutante Conde que disputó su personaje contra otras cincuenta jovencitas, en un papel que Walerstein quería para Tere Velázquez. Lo mismo sucedió con Julio Alemán, quien abogó por el protagónico de “Martín del Hierro”, pensado originalmente para Gastón Santos.
Ismael Rodríguez insistió en filmarla en blanco y negro para intensificar el dramatismo, y en incluir escenas de enorme tensión sexual como aquella en la que Patricia Conde ordeña una vaca y cruza miradas con Julio Alemán, cuyo personaje se trastorna cuando observa sangre. No obstante, la apuesta más inteligente que hizo Ismael fue trastocar la perspectiva del western tal y como el cine mexicano definía el género en ese momento: un noventa por ciento de acción física y un diez por ciento, si acaso, de valores humanos. Él, decidió invertir la fórmula: dotar al filme de personajes duros y complejos en un amplio estudio sicológico de sus personalidades y una reflexión moral sobre los valores y los temores humanos, y tan sólo una mínima parte de acción, por lo general fuera de cámara, como la secuencia de la muerte de David Silva o el enfrentamiento de Alemán y Gregorio Acosta en el baile. Ello, en un filme adelantado a su época que recuperó apenas la inversión.
Los hermanos del Hierro se estrenó en el cine Alameda y salió a la semana; fue un fracaso absoluto. Por cierto, el papel de la madre estaba pensado para Dolores del Río,