Un director de cine, interpretado por Jeong Jae-yeong, es invitado a dar una charla durante la presentación de su última película pero por un fallo en la organización llega un día antes. Para no pasarlo en el hotel decide hacer una visita turística por la zona, hecho que le hace ir a un templo donde conoce a una artista local con la cual congenia y con la que pasará el resto del día.
El director divide su película en dos actos de una hora aproximadamente cada uno, para contarnos un inicio exactamente igual pero un desarrollo un poco distinto entre los dos debido a pequeños cambios en los diálogos y en la forma de afrontarlo por parte de los protagonistas. Una forma no tan original pero sí muy inteligente de mostrarnos cómo una relación de dos personas que se acaban de conocer puede simplemente cambiar de forma radical por detalles muy pequeños y a veces sin importancia. Con unos diálogos muy mundanos pero perfectamente llevados e interpretados, el espectador va conociendo unas nuevas facetas de los personajes dependiendo de lo atrevidas que sean sus palabras y sus gestos o, sencillamente, del momento en el que las usen.
El director también nos muestra con una trama que se sustenta en su gran mayoría en sus diálogos y especialmente en las interpretaciones de sus dos protagonistas, que no es todo tan claro y sencillo como blanco o negro, simplemente es cuestión de pequeños (casi diminutos) matices. Sería totalmente injusto no destacar la labor de los actores, especialmente la de sus dos protagonistas: un premiado Jeong Jae-yeong y una fantástica Kim Min-Hee, que nos muestran dos formas de afrontar la misma historia sin que la esencia principal del personaje cambie de una a otra. Los secundarios, aunque son pocos y se le dedica poco metraje, también ayudan enormemente al desarrollo de la trama ya sea para ir hacia un lado o hacia otro, teniendo bastante repercusión en el desarrollo final.
Con prácticamente cuatro escenarios, hecho que la hace perfecta para que pudiera tener su propia versión teatral, el señor Sang-soo nos cuenta una magnífica y preciosa historia de amor, de segundas oportunidades y de momentos únicos. El ritmo narrativo es perfecto aunque sin hacer virguerías ni trucos de cámara, todo lo contrario, unos movimientos de cámaras casi minimalistas por no decir inexistentes (por el mero hecho de usar un zoom y poco más), nos acercan de forma fascinante y casi sin darnos cuenta a una historia sencilla pero muy cercana y tremendamente humana. Es muy curiosa la forma en la que nos introduce el director en la acción ya que simplemente te coloca en el lugar que él quiere para destacar según qué cosa del escenario o de la interacción de los personajes y ya está. En la segunda versión nos coloca en un sitio ligeramente distinto y eso hace que ya la escena parezca otra aunque apenas cambie nada. Pequeñas pinceladas del talento enorme de este director que vuelve a demostrar que no hacen falta grandes fuegos de artificio para saber narrar una buena historia.